viernes, 7 de mayo de 2010

Nuestro particular combate de Boxeo


Ayer leí un post que se titula “Como cambia la relación de pareja”, que trata sobre cómo afecta tener hijos a la pareja. Me he sorprendido a mi misma haciendo un ejercicio de memoria a cortísimo plazo y he decidido escribir un post-flash-back, que espero que se quede en eso, un ejercicio de memoria.
Cuando nació nuestro segundo hijo, de esto hace ya 9 meses, comenzaron entre mi marido y yo, nuestros particulares combates de Boxeo nocturnos. Nunca nos había ocurrido antes, ya que como solíamos usar la noche para dormir, no había existido la posibilidad de enfrentamientos a altas horas de la madrugada. Sin embargo, cuando el bendito llegó y decidió que aquí no iba a dormir ni el tato, nuestra relación nocturna se resintió. Esto sumado a que mi hija tampoco es que destaque por sus dotes sueñiles y la cantidad de catarros, bronquitis, pulmonías y mierdas que se han pillado a lo largo del invierno, no ha ayudado mucho.
Así que las noches empezaron a constar de varios “asaltos”, separados cada uno por un miserable tiempecillo de sueño. La noche comenzaba bien, cada uno dormido en su cama o cuna. Pero pronto la cosa cambiaba. Primero se despertaba la niña, así que había que traerla a nuestra cama. Esta, a su vez, despertaba al niño y entonces se montaba la marimorena. Mi marido y yo nos reprochábamos de todo, “tu tienes la culpa, la niña es una mimada, teníamos que haberle enseñado a dormir sola antes de que naciera el niño” me decía él. Y yo le contestaba, “haberla enseñado tu, no te jode?”
Luego empezaban los cambios de camas y de cunas, me recordaba mucho al juego de las sillas de cuando era pequeña, ese en el que ponían una canción y cuando se paraba cada uno tenía que encontrar una silla donde sentarse. En nuestro caso las sillas eran las camas o cunas y las canciones eran nuestros gritos o bufidos. Como la enana sólo se sabía dormir conmigo (esto último sigue pasando), mi marido cogía al enano y se iba con la música al cuarto de al lado. Mientras yo trataba de dormir a mi hija, oía a mi amadísimo jurar en arameo mientras el niño no paraba de berrear en la otra habitación. Por fin la cosa se calmaba y nos quedábamos todos dormidos.
Una hora o menos después solía comenzar el segundo salto. Esta vez el enano se despertaba histérico porque tenía hambre. Escuchaba como mi marido iba cagándose en todo a la cocina a prepararle el biberón. Se lo daba y al rato le escuchaba dar saltos en el suelo. Me levantaba toda agobiada, y le veía saltando endemoniado gritando “no puede ser! No puede ser! Ahora se ha cagado y se le ha salido todo por fuera, que pesadilla!” Entonces yo me rebotaba y le decía “joder macho, ayer ya me ocupé yo, es que cada vez que te toca me tengo que despertar porque te pones histérico, no puede ser!” Y él me bufía, “de que cojones vas? Pero si ayer estabas poseída! Si te vi como te ponías histérica cuando el niño no paraba de berrear!” Total que nos pasábamos así unos minutillos y al final me quedaba yo con el niño en esa habitación y mi marido se iba con la niña al otro cuarto.
Tercer asalto, otro ratillo después viene mi marido endemoniado con la niña en brazos, “Joder se ha vuelto a despertar y no para de llamarte, si es que te lo dije! Esto no puede seguir así, no dormimos nada!” Así que la niña se quedaba conmigo en la habitación y él se llevaba al enano a nuestro cuarto.
Y así toda la noche, yendo y viniendo de aquí para allá. Vamos que mi casa parecía el metro en hora punta con todo el ajetreo. Lo bueno de todo esto es que aprendimos a aislar los enfrentamientos nocturnos. Por la mañana actuábamos como si nada hubiera ocurrido, aquí paz y después gloria. Éramos conscientes de que las broncas eran producto de una enajenación mental inmensa provocada fundamentalmente por la falta constante de sueño. Nos enfrentábamos a los días como zombies, y por la noche llegábamos derrotados conscientes de que nos esperaba otra pesadilla nocturna.
Afortunadamente hemos dejado atrás esa época ominosa, ahora dormimos mal, pero dormimos. La niña duerme con nosotros en la cama y el niño en la cuna de la enana. Nos hartamos de recibir patadas, pero se sobrelleva. Por cierto, esto me recuerda que tengo que ir a Ikea a comprarle la cama a mi hija, se avecina otra mala racha, que pereza!

8 comentarios:

  1. Pues si que teneis las noches ajetreadas. La falta de sueño es lo peor. Por suerte mi hijo ha dado pocas noches malas, ya escribi una entrada sobre ello :http://treintaneraconhijo.blogspot.com/2010/04/las-mil-y-una-noches-de-mi-hijo.html

    Ha dormido en su cuna, con nosotros y donde se tercie el caso es dormir.

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  2. Nono, por supuesto el caso es rascar horas de sueño donde sea y como sea, por mi como si me toca dormir en la bañera! Me leeré tu post!

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  3. Normal. El cansancio nocturno es una tortura, me lo puedo imaginar. Yo también he discutido alguna vez con mi marido por los llantos del nene, afortunadamente ahora duerme toda la noche del tirón y es maravilloso.

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  4. Yo es que soy un poco cabrona y una vez que el peque dejó el pecho, me hacía la dormida cuando lloraba para que se levantara él. Y si se resistía, le soltaba una "coz" disimuladamente, como si hubiera sido un tic en sueños, jeje

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  5. jajajaaaaaaa, que panzada de reir con la entrada. Yo tambien vivia esos momentos zombies cuando el Jonathan se despertaba a media noche. Solo que por suerte solo se despertaba una vez en toda la noche.

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  6. Es lo peor...con mi Mayor me pasó algo parecido, eso sí mi marido es que nunca piderde los nervios y eso me daba aún más mala hostia por que me hacía sentir que yo era peor madre!!! Ahora tengo insomio continuo...y eso que los niños duermen de categoría!

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  7. Por Diosssss lo que me esperaaaaa! Snif

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  8. Mamareciente: Noooooooo sin agobios!!! Que no todos los niños son iguales, además a nosotros nos pasó esto porque jamás enseñamos a la niña a dormir sola. No te preocupes aunque si te aconsejo que te asegures ayudas externas por lo menos durante el primer mes, ya sean abuelas, marido con baja de 15 días o hermanos o ayuda de muchacha pagada. Suerteeeeeeee!!!! Y al toro.

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