jueves, 11 de marzo de 2010

Dulce soledad

Por fin hoy me he decidido, después de dos años exactos, he pensado que ya es hora de que la chica baje a los niños a jugar al jardín de casa.
Me considero una persona bastante normal en mi vida cotidiana, sin embargo, desde que estas dos personitas entraron en mi vida me he vuelto un poco loca con el exceso de control que trato de mantener sobre ellos para que no les pase nada. Estos niños tan solo se han quedado con sus abuelas, que son las mejores, y aun así no paro de llamar porque siempre me imagino que se caen por las escaleras, o que la mayor deja sin sentido al pequeño, o que les rapta un señor malísimo.
Por supuesto, ni que decir tiene que hasta hace unos meses jamás pensé en tener a una persona en casa todo el día que me ayudara con la intendencia, pero al fin, he recapacitado, he entrado en razón y he aceptado que si quiero seguir siendo persona, necesito ayuda, con dos niños ya no puedo yo sola. Así que hace cuatro meses llegó a nuestra casa mi gran salvadora. Trabaja durante el día de lunes a viernes y se queda todos los viernes a dormir para que nosotros podamos salir.
Al principio me costó dejarles por la noche, pero ya se ha convertido en una rutina, y mi marido y yo somos mucho más felices, además, nuestra relación parece que empieza a volver a ser lo que era.
El siguiente paso lo he dado hoy, según se han levantado de la siesta, les he vestido, les he dado la merienda (porque aunque tengo ayuda e casa, todo lo de los niños lo sigo haciendo yo, les baño, les doy el desayuno, les visto, les doy la comida, les duermo…. Todo) y les he mandado al jardín a jugar con la chica. Le he explicado con detalle todo lo que pueden o no pueden hacer, y ahí que se han ido los tres. Ahora están fuera de casa, y yo miro a mi alrededor y ya ni me acuerdo de la última vez que me quedé sola en casa. Respiro y pienso… dulce soledad.

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