
Esperando al metro miro a mi alrededor y me deleito en pensar que soy una de ellos. Me encuentro en Londres y me sorprendo imaginando que soy una auténtica autóctona del lugar. Me he desmarcado de mis acompañantes y me dirijo como mujer independiente, libre y cosmopolita que soy a reunirme con una amiga de toda la vida que se ha trasladado a vivir en la ciudad del Big Ben.
Una vez en el metro busco un lugar donde sentarme, y abro mi libro. Aunque es una mera tapadera, ya que no hago más que mirar a mi alrededor segura de que los que me observan piensan, “mira ahí va una auténtica Londinense!”. Me regodeo un poco en mi película y al rato llego a mi destino. Salgo del vagón con aire triunfante y me dirijo a la salida donde me espera mi amiga.
Paso un día inolvidable de conversaciones, confidencias y carcajadas, que me deja un sabor nostálgico a mi antigua libertad. De café en café y de tienda en tienda se nos hacen las 9pm, como dirían allí, y llega la hora de la despedida. Unos besos y unos abrazos de sincera amistad dan por finalizado nuestro maravilloso día en Londres.
Por la noche me reúno con mi marido y mis cuñados, que son mis acompañantes de viaje y les cuento mi día.
Mamalis: “Y ahí estaba yo, sentada en el metro de Londres, leyendo mi libro como una más. Todos pensaban que era una autóctona, ha sido genial! Me he sentido libre, independiente, una mujer de mundo!”
Mi cuñada: “Pero como van a pensar que eres inglesa si para empezar te estás leyendo Crepúsculo en español? Y bien grande que viene el título en el jodio libro!”
Mamalis: (Agrrrrr tiene razón, no he caido, que lerda) “Bueno pero seguro que han pensado que era una inglesa que estaba aprendiendo español, ¿no ves que aquí la gente es mu cosmopolita?”
Mi cuñada: “Si hombre, que tu estás flipando, como que la gente va a montarse las pajas mentales que te montas tu.”
Mi cuñado: “Mamalis que no insistas, que tu historia hace aguas por todos lados!”
Y yo pensé pues sí, y que más da, pero… ¿y lo feliz que he sido?
Una vez en el metro busco un lugar donde sentarme, y abro mi libro. Aunque es una mera tapadera, ya que no hago más que mirar a mi alrededor segura de que los que me observan piensan, “mira ahí va una auténtica Londinense!”. Me regodeo un poco en mi película y al rato llego a mi destino. Salgo del vagón con aire triunfante y me dirijo a la salida donde me espera mi amiga.
Paso un día inolvidable de conversaciones, confidencias y carcajadas, que me deja un sabor nostálgico a mi antigua libertad. De café en café y de tienda en tienda se nos hacen las 9pm, como dirían allí, y llega la hora de la despedida. Unos besos y unos abrazos de sincera amistad dan por finalizado nuestro maravilloso día en Londres.
Por la noche me reúno con mi marido y mis cuñados, que son mis acompañantes de viaje y les cuento mi día.
Mamalis: “Y ahí estaba yo, sentada en el metro de Londres, leyendo mi libro como una más. Todos pensaban que era una autóctona, ha sido genial! Me he sentido libre, independiente, una mujer de mundo!”
Mi cuñada: “Pero como van a pensar que eres inglesa si para empezar te estás leyendo Crepúsculo en español? Y bien grande que viene el título en el jodio libro!”
Mamalis: (Agrrrrr tiene razón, no he caido, que lerda) “Bueno pero seguro que han pensado que era una inglesa que estaba aprendiendo español, ¿no ves que aquí la gente es mu cosmopolita?”
Mi cuñada: “Si hombre, que tu estás flipando, como que la gente va a montarse las pajas mentales que te montas tu.”
Mi cuñado: “Mamalis que no insistas, que tu historia hace aguas por todos lados!”
Y yo pensé pues sí, y que más da, pero… ¿y lo feliz que he sido?